Francamente me divertí mucho viendo las peripecias de sus personajes y la fragilidad de los acontecimientos y del destino siempre incierto de los hombres.Con su tono cómico único, con esa forma de narrar tan estupenda, el director judío nos introduce a su mundo y a sus obsesiones. Impecable el manejo de cámara y una fotografía cuidada, con actores famosos. Repito, una fotografía luminosa color sepia y brillante que encierra un trasfondo de cine negro. Empero más que cine negro, es el dramatismo de la existencia y como los versos de Macbeth: "La vida está llena de ruido y furia y al final no significa nada". Siempre he pensado y como melómano empedernido, que más que el cine, la música te salva. Exquisito el gusto musical de Allen, quien encuentra la forma de crear un espacio en donde la musa Euterpe nos acaricia el oído y el corazón. Nos sentimos en una atmósfera envolvente. La música como la única esperanza, si no de sobrevivir, sí de robarle al instante tan solo un trocito de alegría y solaz para el espíritu atribulado.En el caso del director, parece que el cine literalmente lo salva -el lo menciona en entrevistas- de sus pensamientos malsanos. Le permite ejercer una terapia o un escudo para no sucumbir a la tristeza y a la pesadumbre, las cuales lo amenazan con aventarlo al pozo obscuro. Y en este punto creo que se encuentra su flaqueza. Es decir, el cineasta es capaz de divertirnos un rato, de crear un ambiente enriquecido en personajes y gran psicología para hacernos pensar e inquietar a nuestro cinturón de confort. Eso no se discute. Pero lo que siento de forma intuitiva es que Woody Allen comienza ya a desgastarse. Es admisible que quiera regodearse de rostros hermosos y que impulse a los actores a ser creativos, a dar lo mejor de sí. Esto tampoco se discute. Es válido que el maestro neoyorquino desee fervientemente crear un mecanismo de compensación contra la vejez y contra la muerte y se distraiga haciendo películas para divertirse y para hacernos pensar y conmovernos. No obstante, este gran arte le reclama la factura a un genio que comienza ya a declinar. Manhattan, Annie Hall, Hannah y sus hermanas, la rosa púrpura del Cairo o delitos y faltas son listones difíciles de alcanzar. Ahí se vio su maestría tanto en el guión como en el estupendo manejo de la cámara.A pesar de todo, el escritor de cuentos sin plumas pasará a la historia -al igual que su admirado y venerado Ingmar Bergman- como uno de los más grandes artistas del celuloide de todos los tiempos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario